lunes, 14 de mayo de 2007

Sabiduría Femenina



“Nunca he sabido hacer el equipaje...” Así me dijo cuando decidimos hacer nuestro primer viaje después de casarnos, un par de días al campo de mi tía. “Dale, haceme la valija vos, cuchi cuchi”. Y yo lo tomé como boludo machista, y me agrandé, y le hice la valija y le puse lo que me pareció que podía necesitar, un poco pensando en andar a caballo, y otro en cabalgarla, ¿me entendés? Guardé unos pantalones cómodos, un par de camisas, y una lencería roja que me encantaba, dos suéter, ropa interior, lo obvio. Tendrías que haber estado ahí, ese fin de semana se la pasó quejándose de que no había combinado bien los colores y parecía disfrazada. Como si alguien la viera... las vacas nomás y un peón que le dio menos bola que a un cuis.
El siguiente viaje que hicimos fue a las cataratas, y ahí de nuevo la cantinela. “Yo no sé preparar el equipaje, encárgate vos de eso, cuchi cuchi”. Sí, me decía “cuchi cuchi”, suena ridículo ahora, entonces me parecía cariñoso, qué boludo. Y bueno, presté atención a los colores, que combinaran mejor, porque en las cataratas y más en temporada está lleno de gente. Para colmo eran diez días, así que desparramé sobre la cama matrimonial pollerita con remerita, pantaloncito con blusita, yorcito con musculosa... Igual se quejó, y eso que los colores estaban perfectos, ¿qué dijo?, que era poca ropa, que si bien hacían juego la pollera con la remera, cuando la remera se transpiraba la pollera no le combinaba ni con la camisa ni con la musculosa, que la musculosa con el yorcito estaba bien pero no pegaba con el pantalón porque eran texturas que no iban juntas, y así sucesivamente. Diez días estuvo así, todas las mañanas protestando, todas las tardes con cara de orto, y a la noche haciéndose la ofendida. Suerte que como hacía tanto calor no tenía ni ganas de tocarla.
El siguiente viaje fue a Europa, yo tenía que ir a un congreso a París y decidimos ir juntos. En cuanto escuché la frasecita de pesadilla, la paré y le dije: “no querida, esta vez la ropa te la elegís vos, con los colores, texturas y cantidades que vos quieras”. “¿Estás seguro? ¿Te tomo la palabra?”. Y yo, boludo entre los boludos, le dije con cara de macho dominante “sí, estoy seguro”
¿Sabés qué hizo la guacha? Se apareció en el aeropuerto sin equipaje. Así como te lo digo, yo llegué por mi lado porque tenía que pasar por el estudio, y ella fue desde casa, y cuando la veo venir muy campante por la sala de Ezeiza, con un bolsito de mano y un abrigo en el brazo no me dí cuenta. Pero cuando fuimos a embarcar, ahí me percaté que ella no llevaba nada. La miré con cara de ¿te olvidaste tus cosas? Y ella respondió lo más oronda, porque se dio cuenta y seguro que tenía las palabras picándole en la punta de la lengua: “ay, cuchi cuchi, vos sabés que yo nunca he sabido hacer el equipaje, así que no traje nada”.
No hablamos en todo el viaje, fue un cruce del Atlántico en silencio lo cual no fue tan malo, después de todo. Llegamos al hotel y yo me bañé, descansé un rato, me cambié y me fui al Congreso. ¿Y qué puede hacer una mina sola, sin equipaje, en París? Sí, negro, exacto, se compró de todo. Reconozco que la muy turra tiene buen gusto, estaba hecha una diosa de pies a cabeza, y esos días yo me sentía el tipo más feliz del mundo porque viste que ella es linda, con esos pechos, ese trasero, ese pelo rubio, esas piernas largas... Me acompañó al cóctel, a la cena, a la fiesta. Estuvo siempre a mi lado como una dama y era el comentario de todos los colegas, me sentía envidiado y admirado. Y no sabés, creo que jamás tuvimos, tuve ni tendré tan buen sexo con alguien como esa semana en París.
Fuimos con una valija, volvimos con seis. Y cuando llegaron los resúmenes de las tarjetas caí en la cuenta de lo que había pasado. Sí, de una, caí en la cuenta, me desparramé, me desbarranqué... me hizo pelota dos tarjetas, doce meses pagando euros con pesos estuve, casi me fundo. Yo no sé si lo hizo de venganza porque no quise prepararle la valija o simplemente aprovechó la oportunidad de viajar a París y lo de no saber hacer el equipaje lo usó de pretexto. Porque te juro que lo que había en esas cinco valijas era la mejor selección de prendas de matices, tejidos, marcas y precios jamás vista.
Durante un año me acordé cada día, y sobre todo cada fecha de vencimiento, de ese día nefasto que le dije “no querida, esta vez la ropa te la elegís vos, con los colores, texturas y cantidades que vos quieras”.
Y sí, pensé en separarme, por supuesto. Estaba furioso. Pero ponete en mi lugar, si la dejaba, ella iba a estar usando y disfrutando, ella y algún otro que se le cruzara en el camino, de todos esos vestidos y zapatos y lencería erótica que yo estaba pagando. Y seguro que iba a conseguirse otro, capaz que hasta mejor que yo, porque con ese lomo y esa pilcha, la miraban todos como aves de rapiña. Así que pagué, y pagué, y pagué, y me cobré en especie.
Sí, viajamos muchas veces juntos después de eso. Pero la valija de ella, sin que me diga nada, siempre la preparo yo.

Por Nanim Rekacz

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